CRÓNICA
DE UN LICENCIADO EN EL FRACASO
Aquí
me tenéis, ante ustedes se muestra un cristiano no practicante. Alguien a quién
la vida le hizo el corazón añicos, en esto no me diferencio mucho de vosotros…
digamos que soy un licenciado en fracaso, y que no pretendo hacer una oda sobre
ello, ni sobre las dificultades de recorrer el camino, porque quizás, esa lucha
fue mi mayor mérito.
Esto
no es un suicidio cualquiera de tinta contra el papel, ni pretendo dejar este
texto como legado del ser vulgar que soy, la humanidad creo que se merece mucho
más de lo que yo jamás podré llegar a darle. Hoy este autor te entrega la parte
más vulnerable de su ser, su pensamiento más íntimo y protegido, pero ahí no
radica su valor, ni espero que como lector lo tases por ello, lo importante de
mis palabras de hoy, es que son sinceras. No pienso esconderme en dobles
sentidos, ni adornarlo todo con metáforas de una realidad decadente. Ahí no
radica la bohemia de mis sueños ni la esperanza de mis fantasías.
Os
ofrezco aquello que está más allá de cuanto conocéis de mí, os entrego al
hombre, desnudo de miedos, libre de pensamiento y pecador en su obra como
travieso proyecto de vida. En ella te he dado la voz de mi alma en palabras que
ha susurrado mi pecho, he sido un loco que fingía una cordura estable sólo por
el capricho de experimentar como se deslizaba mi voz por tu piel. He muerto y
he renacido para poder volver a morir por ti, para jugarme la vida haciendo
equilibrio sin red, sobre un verso que quizás ya hayas olvidado, pues bajo esa
triste máscara de poeta entregado siempre he estado yo para cuidarte.
Quizás,
hoy no entiendas el porqué de mis letras, la verdad es que también a mí me
cuesta entenderme muchas veces, pero espero que un día recuerdes que me leíste,
que tus ojos fueron el abrazo de esta kamikaze inspiración que me arroja a una
parte de mi interior que me cuesta mostrar si no la escribo, porque tal vez, no
tengas mi mirada frente a ti para dialogar con nuestros silencios, y quizás
esta no sea más que otra prueba dolorosa de nuestra existencia, el hecho de
interactuar entre un emisor con el que, a ratos, un receptor se siente
identificado y llega a apreciar como un desconocido escritor conoce tanto sobre
él. Pero la realidad es, que nos suceden las mismas cosas, tenemos los mismos
miedos.
Tal
vez, sea un cobarde para arrebatar mi propia vida, pero tengo un trato con
Dios; él cuida de quien tengo allí arriba y a cambio le concedo el honor de ser
mi verdugo. Por ese motivo continúo respirando mientras escribo esto. Puede que
piense que aún no es mi momento y que debo seguir equivocándome infinitas veces
en aquello que hago o tal vez, esto no sea más que la crónica de un licenciado
en el fracaso.
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