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domingo, 23 de mayo de 2021

LA ESCALERA DEL MIEDO

 

LA ESCALERA DEL MIEDO

Sentado en lo alto de una sombría escalera, tuve la extraña sensación curiosa de enfrentarme al miedo y lentamente me puse en pie, preparando mi cuerpo para combatir cualquier temor venidero, y comencé a descender, sin prisa, un escalón y otro, cada vez que mis pies se asentaban en el siguiente se hacía todo más oscuro, desvaneciéndose, poco a poco, la luz del cuarto que sobresalía por mi espalda.

Aquella escalera fue como un descenso a los abismos más profundos 

de mi alma, donde quedan guardadas todas aquellas cosas que atormentan la piel, donde ya queda abandonada cualquier esperanza. El temor a desconocido comenzaba a aflorar y supuraba miedo en heridas ya olvidadas. Ya no era ese guerrero que se enfrenta a una extraña tiniebla. Me había convertido en el cobarde que busca encontrar el valor cuando ya no queda nada por lo que luchar.

            Continué descendiendo, sin visibilidad alguna, arriesgándome a sufrir una caída hacia la profundidad de esa nada que había cegado mis pasos. Así es que cuando perdí la vista intenté agudizar el oído como guía de mi camino y sólo pude escuchar el rugido de mi silencio. Entonces, mis pensamientos comenzaron a hablarme, titubeantes, a pedirme que retrocediera a la estable tranquilidad del cuarto de arriba, mi mente comenzó a arrojar razones por las cuales poder demostrarme lo absurdo de aquel experimento, pero aún hoy, desconozco que parte de mí siguió avanzando y desoyendo los avisos de mi cabeza.  A continuación, al ver que la voz de mis pensamientos era inútil, mi cerebro comenzó a mandar otro tipo de señales. En este caso, corporales, pues comenzó una pierna a temblar cada vez que intentaba descender al siguiente escalón, cuando finalmente se aposaba sobre el suelo, la otra comenzaba con su temblorosa reacción en el trayecto dubitativo de un punto de apoyo a otro.

            Cuando ese timorato espasmo de mis piernas se expandió entre frío sudor por mi todo mi cuerpo comencé, verdaderamente, a tener dudas sobre la estupidez que estaba realizando, pero continué avanzando lentamente, perdiendo toda noción de tiempo absorbido por aquella oscuridad. Quise continuar descendiendo, pero había llegado al fondo todo el suelo se volvió estable para mi mente, dejando atrás los pensamientos de inestabilidad y el temor de una caída. Había llegado al final de mi camino y había vencido al miedo. Entonces, me giré y a lo lejos pude ver la luz del cuarto de arriba sobresaliendo por debajo de la puerta. Ésa sería la que guiaría mis pasos para volver y retomar esa estable tranquilidad y quietud que tenemos las personas cuando no estamos expuestos a la amenaza de aquello que desconocemos y tememos.


Autor: José Sánchez Llamas.

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