PARA QUE NO DIJESES ADIÓS
Aquella
noche se alejó de mí, mientras su piel
pedía un
abrazo y sus manos aferrarse a las mías,
pero la
torpe juventud de mis venas sólo
podía
quedarse inmóvil, contemplando su adiós
como un
espectador triste.
Los años
fueron abriendo esa dimensión
en la que el
espectador, en primera persona,
actúa y toma
decisiones relevantes de mi vida
mientras mi
cuerpo asume las consecuencias.
Ahora sé que
no debí dejarte marchar,
que tuve que
haberte retenido sujetando tus manos,
contemplando
tus ojos y sellando tus labios
con mis
besos para que no dijeses adiós.
Autor. José Sánchez Llamas.
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