UN INSULTO DESAFIANDO AL SILENCIO
Admito, en
primer lugar, que siento envidia
de la gente
feliz porque no lo soy desde que no estás.
Admito que,
escribo menos debido esta rabia e impotencia
de no
tenerte, pero debo admitir tantas cosas, y tantas cosas…
Admito que,
como cada día quince, sigo sin mi niña bonita.
Aquella que
solía dibujar en mi alma caricias
y me
regalaba dulces eternidades en una sonrisa.
Supongo que
lo único que puedo hacer es llorar
cuando sólo
quedan lágrimas.
Ojalá
pudiera devolverte con mi voz el sonido de la tuya
con un golpe
de tos y un insulto desafiando al silencio.
A mí también
me mata no escucharte,
sigo
destilando dolor cada día, aunque mi cuerpo
sea como la
caja de un puzzle y mi ser esté descompuesto
en infinitas
piezas que jamás volverán a unirse.
Por admitir
admito que extraño hasta el rojo de tus gafas
y el verde
de tus ojos. Extraño tu brazo con el mío,
el contacto
de tu cabeza sobre mi hombro,
y el calor
inocente de tus abrazos,
pero lo más
importante, es admitir que,
siempre te
voy a extrañar, Mamá.
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