DESDE UNA TRINCHERA VACÍA
Su piel era
la suave caricia que siempre encontraba mi tacto,
cuando
flanqueaban mis brazos horizontes paralelos
para
reunirse en un abrazo.
A través de
la niebla, su mirada conservaba la fuerza
que la hizo
resistir, sin límites, al imperio de la locura,
y sin saber
cómo, siempre lograba guardarme una sonrisa.
Su cuerpo
era la poesía de un adagio que acunaba
mis días
grises y me daba la fuerza para seguir de pie.
Yo fui su
lucha y ella mi guerra, la razón por la que,
aún hoy,
combato contra todo desde una trinchera vacía.
Autor: José Sánchez Llamas.
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