EL SENTIDO DE LA VIDA
¿Cuál es el
precio por vivir y cuáles son sus recompensas? y ¿Dónde queda entonces el
sentido de la vida?
Comencemos por
las causas y consecuencias. Nuestra causa de vida es que somos fruto de la
relación entre nuestros padres y nuestra vida es su consecuencia y una vez en ella
debemos encontrar un trabajo que sustente nuestros gastos generando unos
ingresos, no sin antes atravesar un proceso de aprendizaje que durará una
existencia completa. Aquí, podríamos analizar el precio (emocional, sentimental,
etc.) y desgaste (físico y mental) que pagamos a diario, acumulando todos
esos pequeños o grandes daños a un calendario de cicatrices internas que
marcarán nuestro carácter y visión del mundo. Tendremos entonces dos opciones: aprender
de ellas y seguir luchando o caer por el daño de las mismas y que nos cueste
volver a levantarnos. Porque si algo debemos tener claro, es que la vida golpea
y no existe una vida sin daños.
Conoceremos la
fe y no hablo, estrictamente, a nivel religioso sino la fe en otras personas y
en nosotros mismos. Descubriremos que se puede volar en los sueños y viajar
hacia un destino por el que merece la pena luchar y durante eso llegará,
entonces, el miedo y el vértigo que provoca asomarse a un sueño.
Conoceremos la sensación de la duda y la frustración
cuando fracasemos la mayoría de veces que lo intentemos, pero también, existirá
esperanza.
Conoceremos el
sufrimiento de amar que, llegará a nosotros a modo de ilusión a la que
aferrarnos, después se transformará en angustia generada por las dudas y
finalmente tendrá dos vías: felicidad (si es correspondido) o dolor (en caso de
no serlo), pero para reponerse a esta última vía el mejor método es la
aceptación. Cuanto antes aprendamos a aceptar nuestra situación en general
menos sensación de malestar ha de provocarnos. Aquí, es donde entrarían las
recompensas de una vida. Creo que debemos considerar lo bonito que recibimos de
la vida cuando somos felices y esta felicidad es causada por el amor… hacia
una persona, hacia una sonrisa que te cambie un mal día, hacia un paisaje que
haya conseguido que merezca la pena vivir ese momento. Todo aquello que consiga
generar en nosotros el sentimiento de plenitud sería el pago positivo que la
vida nos da, pero también estaría el pago negativo de la vida cuando se genera
la pérdida de un ser querido, cuando nuestra situación genera y provoca
negatividad. Es entonces, cuando la vida nos duele y golpea: pero no por ello
hay que rendirse, sino que esas dificultades a superar deben convertirse en
nuestra motivación para demostrarle a la vida que podemos cambiar nuestro
destino.
A lo largo de
nuestra existencia, también, tendremos la ocasión de generar algo tan bonito
como es la vida, igual que hicieron nuestros padres, y de adoctrinar a nuestros
hijos porque siempre querremos que se conviertan en algo mejor de lo que hemos sido
nosotros mismos. Pero no hay que olvidarse de otro proceso vital como es la
soledad y, aquí, conviene hacer una introspección para aprender, sobre todo, a
convivir con nosotros mismos, porque a fin de cuentas nuestro peor enemigo
siempre vamos a ser nosotros mismos y debemos firmar treguas en nuestras
guerras internas, valorarnos y querernos más, porque somos nuestro principal
compañero en este viaje de la vida.
Finalmente,
llegará la senectud y haremos memoria de lo vivido y de las ocasiones perdidas,
de nuestros éxitos y fracasos, victorias y derrotas, risas y cicatrices… hasta
que llegue nuestro último instante: aquel en el que todo acaba.
¿Cuál habrá
sido, entonces, el sentido de nuestra vida?
Creo que la
respuesta es la lucha, porque es aquello que nos motiva a continuar viviendo, bien
sea por el poder y la magia que tienen los sueños que intentamos realizar,
aunque suenen utópicos, pero no cesamos en el empeño de materializar, o bien sea
por otro tipo de lucha, la lucha no por nosotros sino la lucha por alguien.
Somos soldados condenados a morir por un destino, pero en nuestra guerra cada
batalla de los días cuenta y de nosotros depende el tono con que pintar la
muesca en el calendario.
Autor: José Sánchez Llamas.