EL INFINITO DE SEDA Y ENCAJE QUE VISTE TUS
CADERAS
Tus labios guardan
bajo sus barrotes de nácar
una lengua húmeda y
ardiente que se muere
por sentir mi boca,
por entrelazarse y saborear
la saliva de mis
besos,
por deslizarse
libremente por mi piel
mientras juego a ser
el reo atado de tus torturas
sobre mi carne.
Y la tormenta se hace
guerra y la guerra tormenta,
en un torrente de caricias
sin fin que desbordan
la sensibilidad de
nuestros cuerpos,
desatando una tempestad de la que
somos
los únicos supervivientes
de una especie que desaparece,
excitada, al sentir el
contacto intacto de la mirada.
Yo me perdí en el
infinito de seda y encaje
que viste tus caderas
mientras tú desnudabas las mías
sin hacer uso de tus
manos.
Suspiré mientras
gemías rompiendo el silencio de esta habitación,
mientras mordisqueabas
cada milímetro de mi piel
para luego cubrir tus
bocados con besos y caricias.
Luego te entregaste a
mis locuras de carne y excesos
que fueron descendiendo
desde tus rodillas,
y jugando en la cara
interna de tus muslos,
hasta llegar tu sexo
y adentrarme en él,
sin prisas y con
recreo, en unas olimpiadas
de preliminares que
hicieron estremecerte
y apretar mi cabeza
con tus piernas
para sentirme más
intenso y dentro de ti.
Posteriormente fui
introduciendo, a paso lento, tu tanga
mientras masajeaba a buen ritmo tu clítoris,
y lo introduje poco a
poco, y sin dejar de masajearte,
hasta dejar un hilito
del que poder ir pegando tironcitos,
entonces subí el
ritmo frenético de mis dedos
mientras lo sacaba e
iba haciendo paradas,
sin dejar de masajear, para luego seguir
tirando,
hasta que finalmente
alcanzaste el orgasmo
y conseguí sacarlo todo de un
último tirón
a la misma vez que alcanzabas
tu clímax, y relajabas tu cuerpo,
tras un primer asalto
en el que hicimos besar la lona
a la lujuriosa
fantasía tabú, que jamás nos dijimos
y que hicimos de
forma espontánea presos del deseo,
la locura, y los excesos
de carne.
Autor: José Sánchez Llamas.
Yo me perdí en el infinito de seda y encaje
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sin hacer uso de tus manos.