DESDE SU VENTANA
A menudo,
contemplaba la ventana de su cuarto como una pantalla donde se reflejaba una
realidad tan melancólicamente cercana, pues hacía tiempo que había perdido las
ganas de salir y se refugiaba en su soledad. A veces, solía sonreír al escuchar
el canto de ruiseñores que anunciaban una nueva primavera como el cambio
estival de un periodo rutinariamente monótono, pero siempre solía ser fiel a su
visita con ese gran espectáculo del mundo en compañía de un café que solía
tomar, lentamente, mientras contemplaba como el mundo giraba y pasaban frente a
ella gente conocida y gente nueva, pero tras concluir el día siempre se hacía
la misma pregunta: ¿Qué habrá sido de la gente conocida que hoy no vi?
En
algunas ocasiones, se preguntaba si Dios hacía lo mismo con todos nosotros mientras
se sentaba junto a su lugar favorito del cielo y contemplaba su obra. Tal vez,
esa ventana sea diferente, pero desde ambas se puede contemplar la vida y uno
se puede preguntar por la muerte.
Quizás,
esta mera cotidianidad de los días que había adoptado como costumbre la habían
alejado de las personas que creía conocer pero que decidieron no estar cuando
se necesitaron. Dejó de socializar para ser alguien asocialmente feliz consigo
misma y descubrió que su propia compañía no era tan mala. Prefirió ser una
espectadora expectante a la actriz de una función en la que el guion expuesto
no se adaptaba a sus dotes interpretativas, pues no era capaz de sonreír y
fingir cuando estaba rota en mil pedazos.
Su realidad era ésta; la de una negra noche en
el día más claro y su ventana era una vía de desconexión con el mundo de sus
idas. Sin embargo, yo no eras más que uno de personajes que pasaban a diario
frente a ella y se detenía a preguntarse por la tristeza del rostro que me
observaba.
Autor: José Sánchez Llamas.
No hay comentarios:
Publicar un comentario