INCESTO DEL DESEO Y LA LUJURIA
Nos hallamos en medio
de este incesto del deseo y la lujuria,
en el crepúsculo
perfecto de una mano oscilando
sobre otra piel, tan
familiar como ajena,
con sobredosis de
instinto y sin antídoto ni cura
que bendiga este
bendito pecado de amarnos sin medida.
La pasión es la
semilla que sembramos con nuestros labios
y germina con cada suspiro
y en cada beso
en el que nos regalamos
el deleite de sentir
nuestras bocas unidas
por ese pegamento, tan instantáneo
y efímero, de saliva
que deja tatuado nuestro ser con
la invisible tinta de
un arrebato descontrolado y alocado
que marcará nuestro
posterior recuerdo.
Sin control sobre las
caricias que te entrego y pierdo
de mis dedos me dejo
llevar a la deriva de tu mar,
al son de unas
caderas que con sus olas
sienten la caricia de
la arena en nuestra playa,
y la espuma fresca
del agua clara
baña nuestros cuerpos
desnudos
cosiendo sus gotas a
esta piel de amantes
entregados a la
fragilidad de un beso,
a la sensibilidad de
una piel y su tacto,
al contacto de dos
cuerpos que entorpecen
la fusión de nuestras
almas en un sucio conflicto
de carne, piel y
locura que nos hace tan humanos
como paganos de una
sociedad tremendamente mentirosa,
en la que la gracia de amarnos es un tabú.
Nos hallamos en medio de este incesto del deseo y la lujuria,
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sobre otra piel, tan familiar como ajena,
con sobredosis de instinto y sin antídoto ni cura
que bendiga este bendito pecado de amarnos sin medida.