LO QUE PUDO HABER SIDO
De repente llega, sin
invitación y de improviso,
esa chispa capaz de
encender
la mecha de nuestros
corazones solitarios,
esa dosis de magia
necesaria para enamorarnos,
para que ahonde en
nosotros
algo tan invisible
como ilegible,
que nos hace más torpes,
más tímidos y reservados,
más alocados, menos
débiles y más contemplativos,
porque cuando se ama
se saborea cada instante bueno y malo,
se vive más
intensamente, se es más consciente de que se está vivo,
y se intenta buscar
un significado, hasta entonces no planteado,
sobre la razón de la
vida misma...
llegamos a pensar que
tal vez nacimos para amar a esa persona,
y la realidad es otra
bien distinta cuando ese amor
alcanza su fecha de
caducidad.
La persona enamorada
sueña más, piensa más,
vive aferrado a una
ilusión intangible
que lo hacen
aferrarse a su fábrica de recuerdos imaginarios,
que no son más que
espejismos en medio de un desierto.
Luego esa bomba
estalla en un delirante éxtasis
de sensaciones
encontradas,
derramando un torrente
de pasión desenfrenada
que galopa por
nuestras venas
y se convierte en la
adrenalina que anima ese amor...
Pero después, con el
tiempo...
se van apagando las
últimas llamas solitarias
que van quedando a
base de rutina,
se van extinguiendo
aquellas ganas
que alimentaban aquel
loco deseo,
dejando las cenizas
de lo que fue
y pudo haber sido.
Autor: José Sánchez Llamas.