LAS MENTIRAS DEL SILENCIO
Ahora comprendo que
siempre estuve
acompañado por mi
soledad,
por las mentiras del
silencio
y el eco del tiempo
que mantenían presa
a mi voluntad de ser
yo mismo,
y no otro, aquel que
luchara por salvarse
de un cotidiano vacío
frecuentemente frecuentado.
Esa soledad me volvió
triste y bohemio,
pero nunca me dotó de ese aspecto descuidadamente romántico
que me hiciera
parecer sensiblemente irresistible
a ojos de alguien.
Por aquel entonces,
era bastante tímido e introvertido,
me faltaba coraje
para todo aquello que se necesita valor:
para la primera
mirada, la primera palabra, el primer beso.
Luego todo cambió,
pero seguía estando solo.
Aunque me volví más
extrovertido y perdí mi absurda timidez,
dejé que las mujeres
se marcharan de mi vida del mismo modo
que iban llegando,
sin previo aviso, y dejó de importarme
el preguntarme el por
qué...
Me malacostumbré a
los besos desconocidos,
a los nombres
olvidados, a ser un ave de paso
en sus vidas.
El problema llegó
cuando empecé a sentir
algo más por ellas y
ellas algo menos por mí.
Entonces, comenzaron
a escasear sus encantos y los míos.
Me convertí en un
fracasado Don Juan
que mendigaba cariño
como limosna
por el afecto
entregado.
A partir de ahí, vino
toda esta decadencia,
esta insolente paz
que enloquece mis canciones de guerra,
este relámpago que
busca ser trueno,
esta dejada imagen
descuidada que perdió
su gusto por el
estilo,
esta tétrica figura
de oxidada armadura
y continúa soñando
con el ayer.
Autor: José Sánchez Llamas.